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Atención a los sentidos: A temprana edad, los niños no controlan fácilmente sus emociones y muchas veces terminan gritando, aventando cosas o incluso haciendo berrinches. Por lo que, el slime, al ser un objeto que pueden manipular sin que se destruya por completo, los ayuda a regular y canalizar las emociones. Muchos adultos también lo usan para aliviar el estrés.
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Aprendizaje: Sí, claramente se trata de divertirse, pero a la hora de hacer slime, puedes enseñar ciertas cosas "científicas" a un niño. Por ejemplo: que conozca qué pasa cuando mezclas ciertas sustancias y por qué sucede. Al ser una actividad con tintes educativos, no lo verán aburrido, porque sabrán que al final, cuando terminen el "experimento", podrán divertirse. ¿Listos para hablar de moléculas, polímeros, viscosidad, reacciones y un sinfín de cosas más?
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Confianza: Al ser una actividad práctica, creativa y llena de cosas que no conocen como las reacciones al mezclar ingredientes, los niños se verán totalmente involucrados y se interesarán por tomar la iniciativa de crearlo sin temor a fallar, como regularmente sucede con un videojuego. Además, un slime no tiene que quedar perfecto y eso les ayudará a hacerlo sin sentir frustración.
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Juego táctil y sensorial: Cuando los niños ya son de más de 5 años, es importante reforzar mucho más la confianza. Y aunque no lo crean, lo logran explorando texturas, manipulando elementos, aromas, etc. Y es que, cuando un niño explora el mundo a través de sus sentidos, desarrolla habilidades motoras finas, habilidades motoras gruesas, habilidades del lenguaje, confianza en sí mismo y mucho más. Si bien el juego sensorial definitivamente se basa en los sentidos del cuerpo, también existen los sentidos vestibular y propiocepción.
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Concentración: A veces, con tanta tecnología al alcance, los niños van desarrollando ciertos problemas para poder concentrarse por completo. Sin embargo, al hacer un slime, tendrán que estar atentos, conectar mente y manos para lograr algo que para ellos resultará mágico. Qué mejor forma de captar la atención de un niño, que dejándolo crear algo con sus propias manos.